Tuesday, July 12, 2005

Gracias por preguntar, poeta

Ayer creía que nadie preguntaba, hoy en mi mail tenía la respuesta... el escritor Edgar Gallardo me asesta la incognita:
. ¿Dónde estabas en octubre del 84?
Ya había dejado la infancia y los comics, la dura adolescencia me hacia encerrarme en mi cuarto a hablar con los poetas que en hojas creaban las sensaciones que quería vivir; viajaba junto con los narradores por mundos e historias que parecían mejores que lo que pasaba afuera (donde estaba la gente real, la que me caía gorda, la que no me dejaba bailar). Platicaba con un hombre de colores hermosos y sombrero de paja que me obligaba a viajar con él por Arles y por noches estrelladas... En octubre de 1984 comencé a escribir un diálogo con ese soñador que era espejo, amigo imaginario, etcétera; y ese diálogo hoy, querido poeta, es mi primer poemario.

1 comment:

Tristán said...

Creo en octubre del 84 jugaba en los jardines de un conjunto de bungalows en donde vivían los abuelos. Ellos vivían en el bungalow del fondo. Y yo vivía en ese mismo bungalow todos los fines de semana. Tenía 5 años. Pues yo jugaba en los jardines con mi hermano, Richard, y con Coco, un primo. De pronto cruzó la verja un vagabundo barbadísimo... En aquella época "vagabundo" era para mí una instancia del hombre que proponía libertad y cosas chidas (aún lo sigue proponiendo). Era un poco esa percepción por aquella rola de Alberto Cortés que cantaba mi abuela: "Era vagabundo por derecho propio, su filosofía de la libertad..." Entonces el hecho de que se acercaba un vagabundo hacia nosotros no era cosa de asustarse. La ropa aída y las barbas larguísimas y mugrientas fueron el verdadero motivo del susto, y el que se acercaran a nosotros, y entonces huímos velocísimos al interior del bungalow, tratando de salvarse el que pudiera... Los bungalows estaban fuera de la ciudad, en los alrededores de Oaxaca, sobre la carretera que lleva al pueblo de Tlalixtac... Mi abuelo estaba en el trabajo, era recaudador de impuestos en otro pueblo muy cercano. Sólo la abuela se encontraba dentro. Y hacia ella fuimos y le contamos del barbado... Mi abuela salió corriendo, algo intuía... Cuando se paró frente al hombre, o frente a las barbas mugrientas que era el hombre, se quedó pasmada. Con las manos intentó devolverse el grito. Apenas pudo... El barbado era un hijo que se había perdido meses antes. En algunos de esos viajes a los que se entra a través del opio y otras cosas del estilo... El tío Nacho había vuelto. Había estado, eso creemos (aún lo creemos), en algún lugar en el monte. Comiendo no sé qué cosa. Quizá hierbas y conejos crudos...

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Gracias Sara por hacerme recordar esta anécdota. Quizá y me animo y la postea en mi blog...